Una historia animada acompañada de un cuento sobre la difícil tarea de conseguir la selfi perfecta en el espacio exterior, sí, aquel lugar donde la gravedad es cero. ¡Disfrútenla!
Autor: Gary Ibañez
Desde pequeño había soñado con flotar en el espacio, abrazar a todas esas estrellas y reclamarles por todos los deseos que no me cumplían. Pero ahora que estaba en ese lugar soñado, no tenía nada que reclamar, pues mi mayor deseo estaba cumplido. No podía desperdiciar este momento, quién sabe cuando volvería a este infinito lugar. Así que, sin pensar en nada más, saqué mi teléfono celular y empecé a tomar selfis, es decir fotos de mí mismo en medio del maravilloso espacio lleno de estrellas.
Pero encontrar la selfi perfecta no es tarea fácil, y créanme que en el espacio es mucho más difícil. ¡En una de esas fotos se metió un ser de otro planeta! No sé qué es lo que ganan metiéndose en las fotos ajenas, así que no tuve otra opción que borrar esa fotografía. Otra foto me salió movida, otra desenfocada, otra muy brillosa, otra muy oscura, otra oscura y brillosa, otra brillosa y oscura ¡qué complicada tarea!
Tal vez si me acerco más al planeta Tierra— pensé —podría conseguir una foto interesante que muestre la esfera terrestre reflejada en mi gran casco de astronauta.
Activé los propulsores de mis botas, y me acerqué lo más que pude al planeta Tierra. Tomé mi celular, y cuando estuve a punto de tomar la fotografía perfecta… ¡flugssssssssssss! (Por favor, alarguen el sonido de las ssssss para hacer más dramático el momento). Mi bota atravesó la capa terrestre. En el planeta Tierra existe algo que se llama gravedad, que es una fuerza que no te permite flotar como en el espacio, y por culpa de la gravedad empecé a caer a gran velocidad.
En cualquier momento me estrellaría contra la superficie terrestre, quizá caería sobre algún techo, sobre alguna piscina, sobre alguna persona; quizá alguien al verme caer pensaría que yo era una estrella fugaz y estaría pidiéndome un deseo en este momento y yo no podría cumplir nada de lo que me pidiera, porque inevitablemente terminaría estrellado en algún sitio. Mi sueño cumplido no podía terminar de esta manera, pero por más que intentaba, los propulsores de mis botas no funcionaban en la atmósfera terrestre, habían sido diseñados para la gravedad cero del espacio.
De pronto, recordé que la gran mochila que todo astronauta lleva en la espalda tiene muchas herramientas útiles para distintas tareas espaciales y especiales. Miré el control de mi muñeca, aunque parece un simple reloj inteligente tiene muchas funciones para astronautas. ¡Qué alivio! Encontré la opción “paracaídas”, la activé en el momento exacto y pude salvar mi vida (y quizá la vida de alguien más, quién sabe si iba a caer encima de alguna persona).
Llegué sano y salvo a la plaza de alguna ciudad que no conocía. Aunque bastaba con mirar el GPS en el control de mi muñeca para saber dónde me encontraba, pero eso poco me importaba porque había perdido mi teléfono celular, lo había perdido en el espacio exterior junto a mis maravillosas fotografías.
¡Nadie va a creer que estuve allí!